Del infierno al rescate de la identidad
Las víctimas de captación sectaria padecen secuelas psicológicas tras el abandono del grupo y requieren apoyo familiar para su recuperación
Cuidado. Cualquier persona podría robarte la vida. El “salvador frente al Apocalipsis” podría ser una de ellas, pero también el psicópata con máscara de vendedor de libros esotéricos. Al fin y al cabo, un delincuente al que no le importará destrozarte, un malhechor que querrá tu dinero, tu tiempo y tu sexo, independientemente del riesgo que corra tu vida. Mantente alerta, porque si finalmente caes en la trampa, tu libertad tendrá un precio: tu dolor, y el de los tuyos.
Según el psicólogo experto en sectas José Miguel Cuevas Barranquero, «muchas de las secuelas que sufren las víctimas de captación sectaria tienen que ver con alteraciones cognitivas y emocionales». Por otro lado, Cuevas hace hincapié en que la actuación de los familiares es un factor clave en la recuperación de la víctima, puesto que «la proximidad familiar ayuda al exadepto a combatir sus miedos». Profesionales de la psicología del grupo INVICTUS Investigación incluyen los problemas en la integración social y añaden que un 90% de exadeptos confirma haber sufrido abuso psicológico en la secta y que un 13,4% experimenta un sentimiento de rechazo hacia el grupo tras su abandono.
El abuso sexual disfrazado bajo el nombre de “ritual”
Con base en la Escala de Deseabilidad Social (EDS), que determina el grado de aprobación común, el psicólogo Cuevas define en su tesis doctoral que de 134 víctimas de estudio, un 93,3% (125) confirma haber sufrido abuso psicológico dentro del grupo sectario. Además, otras 28 aseguran haber sido víctimas de abuso físico y un total de 25 de abuso sexual.
Conforme a Cuevas, los abusos sexuales acarrean considerables trastornos de estrés postraumático: conflictos en las relaciones entre parejas, disfunciones sexuales, pesadillas continuadas y situaciones de evitación, por ejemplo, ante las escenas de sexo. Asimismo, señala que «el exadepto también puede sentir culpabilidad al haber considerado esas ‘prácticas sexuales’ dentro de un ámbito de libertad».
José Miguel Cuevas, psicólogo experto en sectas: «La víctima tendrá que vérselas con su ‘yo normal’ y su ‘yo sectario’ »
El daño emocional como billete de vuelta a la realidad
Alteraciones emocionales y cognitivas, así como adversidades en la posterior integración social -derivadas de la dependencia mantenida con el líder sectario- se postulan como principales secuelas tras el abandono del grupo, según el artículo científico publicado en la revista académica Journal of Aggression, Maltreatment & Trauma.
El comportamiento dogmático que la secta ejerce contra la víctima conlleva severas consecuencias: angustia, ansiedad, incapacidad de autonomía, estado paranoide y la misma valoración del suicidio. Igualmente, cabe la posibilidad de que pueda darse el trastorno de identidad disociativo, lo que lleva a la confrontación con la «doble identidad», por lo que Cuevas destaca que la víctima tendrá que vérselas con su «yo normal» y su «yo sectario». En contra, el psicólogo apunta que el trauma no siempre tendrá por qué darse en el exadepto.
También se pone el foco de atención en los trastornos del sueño, las irregularidades en la alimentación y las alteraciones en el peso, además de los comportamientos compulsivos y las adicciones, como vendría a partir del ingesta de estupefacientes, algo a lo que muchas sectas están acostumbradas. La hija de Lola todavía es un adepta. Ella, que prefiere utilizar este nombre ficticio por miedo a represalias, lamenta que su hija «corre un doble riesgo en la secta» como consecuencia de la ayahuasca que consume en el grupo.
No obstante, no solo se apunta a dichas perturbaciones psicológicas, sino que la víctima y sus familiares y amigos también pueden enfrentarse a continuas amenazas por parte de la secta, ya sea mientras se reside en el grupo o tras su desvinculación. «En su día, la secta me amenazaba advirtiéndome de que o dejaba de enfrentarme al grupo o nunca más volvería a ver a mi hija», comenta Lola.
De acuerdo con la citada investigación de Omar Saldaña Tops, Emma Antelo, Álvaro Rodríguez-Caballeira y Carmen Almendros Rodríguez, los efectos de las secuelas se enmarcan dentro de cuatro tipos de conflictos: emocionales, cognitivos, sociales y conductuales. Estos se evalúan en una escala del 1 al 5 dependiendo de dos factores, en qué frecuencia y en qué intensidad: del grado 1 (nunca) al 5 (siempre) en cuanto a frecuencia y del grado 1 (nada) al 5 (muy intensamente) en cuanto a intensidad.
Las dificultades emocionales y sociales superan el grado 3, con un 4,38 de frecuencia ante los problemas emocionales y un grado 4 de intensidad frente a los conflictos en la socialización. En menor medida, se experimentan problemas cognitivos o relacionados con el comportamiento, pero estos siguen superando el grado 3, con un 3,36 de intensidad frente los problemas relacionados con la conducta y un 3,69 de frecuencia ante las dificultades cognitivas.
La secta contraataca dentro y fuera del grupo
Los familiares y amigos son también víctimas que padecen los efectos de la captación sectaria, pero en su caso, indirectas. «Para estos, el impacto psicológico es incluso mayor que el de la víctima porque ellos tienen conciencia de lo que está pasando realmente», argumenta Cuevas.
Rosa Poveda, madre de Patricia Aguilar, confiesa que en los momentos en que no sabía nada de su hija, se ponía en lo peor: «Había ocasiones en las que creía que mi hija estaba muerta; eso me destrozaba al completo».
Patricia y su familia han conseguido recuperarse, pero otros sin embargo siguen sin contar con esa suerte. «Pese a que mi hija pueda venir a casa, yo no puedo hablar de la secta con ella porque me advierte de que si lo hago, romperá toda relación conmigo», declara Lola.
Amor Fenoll, psicóloga: «En el plan de recuperación de la víctima se desbancan ideas absolutistas y se fomentan valores de protección»
Los últimos pasos en la recuperación de la víctima
La recuperación del exadepto comienza por su aislamiento total con el medio hostil, para que pueda empezar a desarrollar una conciencia crítica. Posteriormente, el psicólogo aplica un plan de intervención personal y ajustado al caso. «El trabajo que se realiza para la recuperación de la víctima se desarrolla a nivel cognitivo, desbancando ideas absolutistas y fomentando valores de protección», manifiesta la psicóloga generalista especializada en criminología Amor Fenoll.
Tras la salida del grupo, el exadepto tiene que percibir un ambiente seguro donde no se le juzgue y donde sienta la suficiente confianza como para poder expresarse libremente. Por ello, la actuación de familiares y amigos se considera una parte esencial en la recuperación de la víctima. «Poco a poco, Patricia retomó la confianza con nosotros porque veía que seguíamos queriéndola y que no le reprochábamos nada», explica Rosa Poveda.
El psicólogo Cuevas concluye en su tesis doctoral que un 44% de las víctimas recibe asistencia psicológica tras la salida del grupo y que como consecuencia directa del abuso, un 17,7% toma tratamiento psiquiátrico. Pero la realidad es que, pese a los tratamientos y el apoyo de familiares y amigos, es la propia víctima quien pone toda fuerza de voluntad en su recuperación, un superviviente que cura su propia herida y aprende a vivir con la cicatriz marca de aquella “no pesadilla” que en su día padeció.